
Saca pelotas de tiempo y hace malabares con ellas. Tiene los momentos en sus manos.
Mantiene un café en perfecto malabar, unas horas de copas se escapan de su pirueta y van a estrellarse al suelo.
Los ojos del niño que miraba, se anegan en lágrimas al ver el destino caprichoso, y al mirar al payaso buscando explicación, ya no estaba.